Hace unas semanas nos enteramos que los honorables aprobaron una de las medidas menos afortunadas en mucho tiempo: el cierre de calles y pasajes sin salida. Con esto, lo que se busca es “combatir la drogadicción y el delito en general” Plop! Dado que puede leer la noticia aquí y acá, vámonos to the good stuff.
Al utilizar un mecanismo regulativo como lo es un DFL para reorganizar procesos espaciales, la baja cámara nos muestra cuál es su concepción de políticas urbanas. Práctica cristalizada en las gated communities, el encierro en y de los espacios residenciales se expande de manera sancionada. Las soluciones de seguridad desplegadas en el espacio quedan, así, en manos de las supuestas comunidades. Este ha sido uno de los mayores argumentos esgrimidos por los defensores de esto en gringotown. La noción de eficacia colectiva que Bowles y Gintis usan, dale que dale, es lo que sustenta en gran parte dichas decisiones en el norte.
El problema es que, sospecho, los asesores de Mönkeberg y cia. no les hicieron llegar las minutas de media página sobre esta materia. Lo que estamos presenciando es, en realidad, la extensión en el espacio urbano de la concepción liberal de gobierno. La forma de asegurar la seguridad en las ciudades queda, por tanto, a disposición de los individuos.
Algunos verán en esto nada más que una medida democratizadora: aseguramos el acceso de todos los chilenos a un servicio que antes sólo estaba disponible para algunos. Lo tricky del asuntillo es que no es democrático asegurar una práctica que atenta contra la libertad de tránsito. Lo único que están haciendo es asegurar que se profundicen las imágenes desconfiadas del extraño, intentando brindar sensación de seguridad al expandir el espacio “Familiar” u “Hogareño”. Además, no todas las calles y pasajes quedan atentos a esta decisión.
En fin, no se que más decir. Se condorearon una vez más en Valpo.
Al utilizar un mecanismo regulativo como lo es un DFL para reorganizar procesos espaciales, la baja cámara nos muestra cuál es su concepción de políticas urbanas. Práctica cristalizada en las gated communities, el encierro en y de los espacios residenciales se expande de manera sancionada. Las soluciones de seguridad desplegadas en el espacio quedan, así, en manos de las supuestas comunidades. Este ha sido uno de los mayores argumentos esgrimidos por los defensores de esto en gringotown. La noción de eficacia colectiva que Bowles y Gintis usan, dale que dale, es lo que sustenta en gran parte dichas decisiones en el norte.
El problema es que, sospecho, los asesores de Mönkeberg y cia. no les hicieron llegar las minutas de media página sobre esta materia. Lo que estamos presenciando es, en realidad, la extensión en el espacio urbano de la concepción liberal de gobierno. La forma de asegurar la seguridad en las ciudades queda, por tanto, a disposición de los individuos.
Algunos verán en esto nada más que una medida democratizadora: aseguramos el acceso de todos los chilenos a un servicio que antes sólo estaba disponible para algunos. Lo tricky del asuntillo es que no es democrático asegurar una práctica que atenta contra la libertad de tránsito. Lo único que están haciendo es asegurar que se profundicen las imágenes desconfiadas del extraño, intentando brindar sensación de seguridad al expandir el espacio “Familiar” u “Hogareño”. Además, no todas las calles y pasajes quedan atentos a esta decisión.
En fin, no se que más decir. Se condorearon una vez más en Valpo.